Guerras árabe-bizantinas: levantamiento del segundo asedio árabe de Constantinopla.
El segundo sitio árabe de Constantinopla en 717-718 fue una ofensiva combinada por tierra y mar de los árabes musulmanes del califato omeya contra la ciudad capital del Imperio bizantino, Constantinopla. La campaña marcó la culminación de veinte años de ataques y ocupación árabe progresiva de las fronteras bizantinas, mientras que la fuerza bizantina fue socavada por una agitación interna prolongada. En 716, después de años de preparativos, los árabes, dirigidos por Maslama ibn Abd al-Malik, invadieron el Asia Menor bizantina. Los árabes inicialmente esperaban explotar la lucha civil bizantina e hicieron causa común con el general León III el Isaurio, que se había levantado contra el emperador Teodosio III. Leo, sin embargo, los engañó y se aseguró el trono bizantino.
Después de pasar el invierno en las costas occidentales de Asia Menor, el ejército árabe cruzó Tracia a principios del verano de 717 y construyó líneas de asedio para bloquear la ciudad, que estaba protegida por las enormes murallas de Teodosio. La flota árabe, que acompañaba al ejército de tierra y estaba destinada a completar el bloqueo de la ciudad por mar, fue neutralizada poco después de su llegada por la armada bizantina mediante el uso del fuego griego. Esto permitió que Constantinopla se reabasteciera por mar, mientras que el ejército árabe se vio paralizado por el hambre y las enfermedades durante el invierno inusualmente duro que siguió. En la primavera de 718, dos flotas árabes enviadas como refuerzos fueron destruidas por los bizantinos después de que sus tripulaciones cristianas desertaran, y un ejército adicional enviado por tierra a través de Asia Menor fue emboscado y derrotado. Junto con los ataques de los búlgaros en la retaguardia, los árabes se vieron obligados a levantar el sitio el 15 de agosto de 718. En su viaje de regreso, la flota árabe fue destruida casi por completo por desastres naturales.
El fracaso del asedio tuvo amplias repercusiones. El rescate de Constantinopla aseguró la supervivencia continua de Bizancio, mientras que la perspectiva estratégica del califato se modificó: aunque continuaron los ataques regulares a los territorios bizantinos, se abandonó el objetivo de la conquista absoluta. Los historiadores consideran que el asedio es una de las batallas más importantes de la historia, ya que su fracaso pospuso el avance musulmán en el sureste de Europa durante siglos.