Max Liebermann, pintor y académico alemán (m. 1935)
Max Liebermann (20 de julio de 1847 - 8 de febrero de 1935) fue un pintor y grabador alemán de ascendencia judía asquenazí y uno de los principales defensores del impresionismo en Alemania y Europa continental. Además de su actividad como artista, también reunió una importante colección de obras impresionistas francesas.
Hijo de un banquero, Liebermann estudió arte en Weimar, París y los Países Bajos. Después de vivir y trabajar durante algún tiempo en Munich, regresó a Berlín en 1884, donde permaneció el resto de su vida. Más tarde eligió escenas de la burguesía, así como aspectos de su jardín cerca del lago Wannsee, como motivos para sus pinturas. Conocido por sus retratos, hizo más de 200 por encargo a lo largo de los años, incluidos los de Albert Einstein y Paul von Hindenburg. Liebermann fue honrado en su 50 cumpleaños con una exposición individual en la Academia Prusiana de las Artes en Berlín, y al año siguiente fue elegido para la academia. De 1899 a 1911 dirigió la principal formación de vanguardia en Alemania, la Secesión de Berlín. A partir de 1920 fue presidente de la Academia Prusiana de las Artes. En su 80 cumpleaños, en 1927, Liebermann fue celebrado con una gran exposición, declarado ciudadano de honor de Berlín y aclamado en un artículo de portada en la principal revista ilustrada de Berlín. Pero tales elogios públicos duraron poco. En 1933 renunció cuando la academia decidió no exhibir más obras de artistas judíos, antes de que se viera obligado a hacerlo bajo las leyes que restringen los derechos de los judíos. Su colección de arte, que su esposa heredó después de su muerte, fue saqueada por los nazis después de su muerte en 1943.
En sus diversas capacidades como líder en la comunidad artística, Liebermann habló a menudo a favor de la separación del arte y la política. En la formulación de la reportera y crítica de arte Grace Glueck, "presionó por el derecho de los artistas a hacer lo suyo, sin preocuparse por la política o la ideología". Su interés por el realismo francés desalentaba a los conservadores, para quienes tal apertura sugería lo que ellos consideraban cosmopolitismo judío.